domingo, 10 de febrero de 2008

Entrevista a Luis Rojas Marcos



"Un poco de estrés es saludable"
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Luis Rojas Marcos (Sevilla, 1943) es, probablemente, el psiquiatra español más conocido a nivel internacional, sobre todo después de que en 1981 fuera nombrado director de los servicios psiquiátricos de la red de hospitales públicos de la ciudad de Nueva York (EEUU). Rojas Marcos ha mantenido desde entonces su ligazón con la ciudad que nunca duerme, y fue nombrado en 1995 presidente ejecutivo del Sistema de Sanidad y Hospitales Públicos de la ciudad, cargo desde el que fue testigo de los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas. Este fin de semana está en Madrid para participar en el Congreso Internacional de Hiperactividad y Déficit de Atención, un problema que le afectó en su infancia, cuando no existía como trastorno reconocido, y que le obligó incluso a repetir curso cuando tenía catorce años.
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Las dificultades de un niño hiperactivo debían de ser mucho mayores en los años cincuenta que ahora...Hoy sabemos que el déficit de atención con hiperactividad es un trastorno que tiene que ver con la maduración de los centros del cerebro que regulan la energía física y psicológica de cada persona. Es un trastorno relativamente nuevo, ya que se reconoció como tal en 1994, y antes no se pensaba que los niños pudieran padecerlo, como tampoco se sabía que los niños también se deprimen.
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¿Cómo pueden saber unos padres que tienen un hijo hiperactivo?
Tienen que conocer los síntomas fundamentales, que son los mismos que tuve en mi infancia y adolescencia. El niño tiene que sufrir falta de atención, impulsividad e hiperactividad, lo que en los años cincuenta se consideraba que era un niño travieso y malo, porque no se vivía como una enfermedad, sino como un problema de comportamiento.
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¿Qué se puede hacer cuando surge el problema?
En primer lugar, tienes que ser consciente de que tu hijo puede tener un trastorno por déficit de atención con hiperactividad; la información es muy importante. El siguiente paso es ir a un especialista para obtener un diagnóstico, porque todos los niños son nerviosos y pueden tener problemas de conducta, pero eso no es enfermedad. No se trata del niño nervioso o distraído, sino el que día y noche está en un cuarto y no puede sentarse, el que siempre tiene problemas con sus amigos y que suspende porque no puede concentrarse.
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¿Están preparados los médicos para diagnosticar el trastorno?
Lo que ocurre es que hace falta un especialista que tenga experiencia, ya que, como es un problema relativamente nuevo, los padres van al médico y muchas veces no está informado de este tema porque no ha visto casos similares. Tras un buen diagnóstico vendrá el tratamiento, y hoy afortunadamente son buenos. También ayuda mucho que en el colegio sepan que tienen un niño hiperactivo en la clase. Hay que adaptar el sistema educativo a estos niños, que no son retrasados mentales.
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Como experto en los problemas mentales que afectan a las personas que viven en grandes urbes, ¿cree que vivir en una ciudad es un factor de riesgoen sí mismo?
En realidad, el mundo está urbanizándose progresivamente. Aunque las ciudades puedan ser fuente de estrés, en el fondo a todos nos gusta vivir en ellas. Nos vamos fuera de las ciudades a descansar en el verano, pero en el fondo las ciudades son como son porque nos gusta vivir en ellas. Todos los inventos han tenido lugar en ciudades, todas las revoluciones a nivel social y político han ocurrido en urbes... Yo soy muy partidario de vivir en ciudades, siempre que haya espacios libres, ya que son una fuente de estímulos, de ideas, de tolerancia.

¿Habría que tomar medidas como habilitar más espacios de esparcimiento para evitar el estrés en las ciudades?
Las buenas ciudades tienen variedad de espacios. La gente mayor vive mejor en una ciudad porque tienen compañía, está conectada con los demás, y ayuda a superar la adversidad en la vida. En cuanto al estrés, un poco de estrés es saludable porque estimula las hormonas, pero mucho o un estrés continuado daña nuestra capacidad para funcionar.
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El proceso de urbanización y el estrés, ¿están causando la aparición de nuevos trastornos en las sociedades modernas?
No, lo que ocurre es que cada vez vivimos más. Cuando nos moríamos con 50 años no había alzhéimer. También hay trastornos nuevos, como el citado déficit de atención o la anorexia. Son tres ejemplos de enfermedades que hace 100 años no se conocían prácticamente. En el caso de la anorexia, salía de vez en cuando una mujer que no comía y sobrevivía, y al final a veces se convertía en una santa. De hecho, si se estudia la historia de las santas en la religión católica, una de sus características es que en su mayoría comían muy poco y seguían viviendo. Hoy, sin embargo, la anorexia es una enfermedad, como la bulimia o la obesidad. La idealización de la percepción física hace que aparezcan estas enfermedades, que también son consecuencia de los avances en la esperanza de vida.
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Pese al avance de la medicina, ¿no cree que las enfermedades psiquiátricas siguen ocultándose como algo vergonzante?
Todo lo que tiene que ver con la enfermedad mental ha estado desde el principio marcado por los prejuicios; no en vano, la palabra "loco" viene de localizar, de apartar. Ésta es una de las razones por las que el avance científico en las enfermedades mentales va por detrás en este campo que en otras áreas de la medicina. Todo lo que sea enfermedad mental está marcado con ese estigma del loco, del endemoniado, del débil de carácter, y eso provoca que mucha gente que podría mejorar en su calidad de vida no vaya al especialista por miedo. Afortunadamente, la gente ya va al psiquiatra con más facilidad, pero el estigma se mantiene, aunque menos que en el pasado.
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Un ejemplo de enfermos mentales a los que nadie hace caso son muchas de las personas sin hogar que deambulan por las calles...
Los sin techo tienen en común la falta de un hogar, por lo que es, en primer lugar, un problema económico y social. Pero es cierto que dentro de esta población hay un porcentaje de enfermos mentales que no saben negociar con el sistema sanitario y no entienden qué es lo que tienen que hacer o no para cuidar de su enfermedad. También es verdad que cuando se han cerrado miles de camas psiquiátricas y la sanidad no se ha provisto de recursos para estos enfermos, al final terminan en la calle porque no pueden manejar la burocracia sanitaria.
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¿Cree que la sanidad pública española ofrece una adecuada asistencia a los enfermos mentales?
En todas las sociedades avanzadas, incluida España y EEUU, la asistencia a los enfermos mentales es inferior a la que se da a los enfermos con problemas físicos, y no digamos ya lo que ocurre en países con menos recursos. El problema es que hay mucho prejuicio en contra del enfermo mental, y se confunde con la debilidad de carácter y el fracaso, lo que hace que mucha gente no vaya a buscar ayuda. También es cierto que la sociedad ve mucho más claro invertir en una persona que necesita un by-pass en el corazón o una prótesis por haberse roto la cadera que no en un paciente cuyo problema es la depresión, la esquizofrenia o una adicción. Al final, como los recursos son limitados, vemos cómo los hospitales presumen de tener el aparato más avanzado para hacer pruebas diagnósticas o de microcirugía, mientras que prefieren no hablar de cómo tratan al enfermo mental.
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Uno de los problemas que usted ha analizado en su carrera son las secuelas psiquiátricas de los atentados terroristas. ¿Hay secuelas de por vida?
La capacidad del ser humano para adaptarse a los cambios o superar la adversidad es enorme; de lo contrario, nuestra especie no hubiera podido sobrevivir tantos miles de años. El 90% de las víctimas lo supera, y al cabo de un año sigue trabajando, se relaciona con su familia, le saca algo positivo a la vida, y al final vuelven a su estado normal. Pero hay una proporción de personas, algunas con problemas previos como depresión o alcoholismo, que no lo superan y pueden sufrir estrés postraumátrico crónico. El problema es también el concepto de víctima, ya que las personas que adquieren esta identidad siguen amarradas al verdugo o a la situación. Por eso es mejor hablar de supervivientes, ya que la identidad de víctima te paraliza y te ata al autor del hecho.
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